Fernando III y la Virgen de los Reyes.

Fernando III

En la vibrante ciudad de Sevilla, donde el sol parece brillar con más intensidad y las leyendas parecen cobrarse vida en sus calles empedradas, la historia de la Virgen de los Reyes se entrelaza profundamente con la figura de Fernando III de Castilla, conocido también como Fernando el Santo.

Su relación no es solo un punto de referencia para la historia de la ciudad, sino que está llena de simbolismo, poder divino y, por supuesto, un toque de misterio que nunca deja de cautivar a quienes se sumergen en las narraciones sobre este monarca y su visión celestial.

La Sevilla de Fernando III: Un escenario de lucha y esperanza

Para entender la conexión entre Fernando III y la Virgen de los Reyes, primero tenemos que trasladarnos a la Sevilla medieval, en pleno apogeo de la Reconquista, cuando los reinos cristianos luchaban por recuperar los territorios que habían estado bajo dominio musulmán durante siglos. En este contexto de guerras, religiosidad y ambición, Fernando III se erige como uno de los grandes protagonistas.

Fernando ascendió al trono de Castilla en 1217 y más tarde, al casarse con Beatriz de Suabia, también heredó el reino de León. Durante su reinado, Fernando logró grandes victorias en la Reconquista, siendo las más destacadas la toma de Córdoba (1236) y, sobre todo, la toma de Sevilla (1248), un hito que selló su nombre en la historia.

Pero la historia de Fernando III no solo está llena de batallas y victorias. El monarca también tenía una profunda devoción religiosa y una visión sobre su misión en el mundo que trascendía lo terrenal. Era convencido de que su reinado estaba guiado por una fuerza superior, y que la Virgen María jugaba un papel central en esa dirección divina.

La visión divina: Un encuentro celestial

La leyenda cuenta que, en el marco de la preparación para la conquista de Sevilla, Fernando III tuvo una visión divina que marcaría su destino. En una noche tranquila, cuando el monarca se encontraba en sus pensamientos, orando y buscando consuelo en su fe, se le apareció la Virgen María. De acuerdo con la tradición, la Virgen le ofreció su protección, asegurándole que su victoria en Sevilla estaba asegurada, siempre y cuando se mantuviera fiel a su fe.

Esta visión no fue solo un consuelo espiritual para el monarca, sino también un mensaje claro: la lucha por la Reconquista no era solo una guerra política, sino también una guerra espiritual, guiada por la mano de Dios y, más específicamente, por la Virgen de los Reyes. En ese momento, Fernando III se sintió invencible, como si estuviera destinado a lograr grandes cosas no solo para su reino, sino para toda la cristiandad.

La Virgen le ofreció a Fernando la seguridad de que su victoria estaba sellada, y que él mismo estaba siendo guiado por una fuerza celestial. Así, en la mente del monarca, la conquista de Sevilla se transformó en una misión sagrada, en la que la protección divina era su más fiel aliada.

La toma de Sevilla: La victoria bajo el manto de la Virgen

Tras la victoria de Sevilla, Fernando III ordenó que se esculpiera una imagen de la Virgen María para honrarla por haberle brindado su protección en la lucha. Sin embargo, el monarca rechazó todas las estatuas que los escultores de su corte le presentaban, pues ninguna de ellas se asemejaba a la imagen que él había visto en sus sueños, en los cuales la Virgen le había aparecido como una figura serena y majestuosa, rodeada de una luz celestial.

En su frustración, el rey decidió encargar la obra a tres jóvenes escultores que aseguraban tener la habilidad necesaria para tallar la estatua perfecta. Les proporcionó todo el material necesario y les ofreció cobijo en la torre de los Herberos, situada en lo que hoy es el municipio de Dos Hermanas. Este lugar se convirtió en el taller donde los escultores se pondrían a trabajar, intentando plasmar en piedra la visión celestial que había tenido el rey.

La Intervención Celestial

Mientras los escultores trabajaban, una sirvienta del rey que se encontraba cerca del taller escuchó una música celestial proveniente del interior de la torre. Intrigada, se acercó a la cerradura para descubrir qué ocurría. Al asomarse, vio que los escultores no solo esculpían la figura de la Virgen, sino que también cantaban plegarias, como si estuvieran invocando la ayuda divina. La sirvienta, impresionada por lo que había oído y visto, corrió a contarle al rey lo sucedido.

Fernando III, sorprendido por el relato, acudió de inmediato al lugar. Cuando entró en la habitación, se encontró con la imagen de la Virgen de los Reyes perfectamente tallada, exactamente como la había visto en su sueño. En ese instante, el rey comprendió que los escultores no eran meros mortales, sino tres ángeles enviados por el Cielo, que se habían encargado de esculpir la estatua en tiempo récord, realizando una obra de arte de una perfección inigualable.

El Milagro y la Devoción

La rapidez con la que se esculpió la Virgen de los Reyes, así como la exactitud con la que se reflejaba la visión del monarca, fue vista como un verdadero milagro. Nadie comprendió cómo los escultores, en tan breve plazo, lograron realizar una talla tan majestuosa, lo que llevó a la creencia popular de que este acto de creación había sido guiado por manos divinas.

El obispo Don Remondo, impresionado por este milagro, decidió que la imagen debía ser colocada en la capilla del Alcázar de Sevilla, donde se convirtió en la patrona de la ciudad, conocida como Nuestra Señora de los Reyes. A partir de ese momento, la imagen fue venerada por los sevillanos, quienes la consideraban no solo un símbolo religioso, sino también un testimonio de la intervención divina en la historia de la ciudad.

El Último Deseo de Fernando III

En su testamento, Fernando III dejó claro su deseo de ser enterrado bajo los pies de la Virgen de los Reyes. Este deseo se cumplió años después de su muerte, cuando la imagen fue trasladada a la Catedral de Sevilla, en la Capilla Real, junto a los restos del rey. Así, el monarca descansó para siempre junto a la imagen que él mismo había considerado como su protectora y guía divina, cerrando el ciclo de una historia que unió a la ciudad con la Virgen de los Reyes para siempre.

La Virgen de los Reyes: Un Símbolo de Sevilla

La leyenda de la Virgen de los Reyes es un relato cargado de simbolismo, en el que se fusionan la fe, el poder divino y la devoción popular. La imagen de la Virgen, que según la leyenda fue esculpida por ángeles en un acto milagroso, sigue siendo uno de los símbolos más importantes de Sevilla. Cada año, miles de sevillanos veneran a la Virgen de los Reyes, recordando no solo su protección durante la Reconquista, sino también el vínculo entre el monarca y la ciudad.

Hoy en día, la Virgen de los Reyes sigue siendo una de las figuras más veneradas en Sevilla. Su imagen, que preside la Capilla Real de la Catedral de Sevilla, sigue siendo un recordatorio del poder divino que guió a Fernando III en su lucha por la ciudad y del amor y devoción de los sevillanos hacia su patrona. La leyenda de su creación y la visión del rey continúan siendo una de las historias más queridas de la tradición sevillana.

Así, la Virgen de los Reyes no solo es un símbolo de la devoción sevillana, sino también un testimonio del poder de la fe en la historia de la ciudad, una visión celestial que transformó a Fernando III en el monarca más sagrado de su tiempo.

Si quieren seguir conociendo las increíbles historias que esconde nuestra preciosa ciudad, sois bienvenidos al Tour Monumental.

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Fernando III y Virgen de los Reyes
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